NUESTRAS DECISIONES
En cualquier aspecto de la vida
es importante contar con información adecuada para tomar buenas decisiones.
Esto no es ajeno a las decisiones de inversión, para lo cual será conveniente
contar con la mayor información disponible, y precisa, sobre los productos
financieros que vayamos a contratar.
Ademas de ello, es importante
conocer los mecanismos psicológicos que intervienen en esa decisión, es decir,
qué procesos mentales se siguen en la toma de las decisiones de inversión y qué
errores o sesgos de nuestro modo de pensar pueden influir en ellas. Conocerlos
nos va a permitir poder eludirlos o atenuarlos, y así decidir de la manera mas objetiva
y racional posible.
DECIDIR
Hablamos sobre la importancia de
contar con información adecuada para tomar una buena decisión. En ocasiones, lo
que convierte a una información en “datos relevantes para la toma de
decisiones” suele ser nuestra mente. Sesgos que transforman esos datos y los
procesan de acuerdo con nuestro pensamiento, nuestra creencia, cultura, miedos,
entre otras. Por eso cobra mucha importancia conocer cómo influye nuestro
cerebro, de manera tal de poder someter a examen esa información que nos llega,
y lograr identificar si es útil en realidad o si la creemos útil porque nuestras
trampas mentales así la presentan. Identificar de la manera más objetiva y
racional posible la información que se nos presenta, nos ayudará a tomar
mejores decisiones. Se trata de conceptos que no aplican solamente a las
inversiones sino a la vida en general.
TIPOS DE DECISIONES
Según los trabajos realizados por
los psicólogos Daniel Kahneman y Amos Tversky, para afrontar las decisiones, el
cerebro humano recurre, de manera inconsciente, a ciertos trucos o atajos
mentales (también llamados heurísticos) que ayudan a simplificar la gran
cantidad de procesos mentales que llevamos a cabo constantemente. Gracias a
estos atajos, el cerebro ahorra energía al no racionalizar cada elección que
realiza. Muchas de las decisiones que se adoptan en la vida diaria están
basadas en este tipo de procesos mentales y se caracterizan por ser rápidas,
automáticas e intuitivas. ¿Cuánto es 2 + 2? Seguramente su respuesta estuvo
dada por el sistema mental que trae las respuestas en forma automática y sin
esfuerzo. Y ¿27 x 42? Si lo respondió en forma automática y sin esfuerzo lo
felicito, pero por lo general necesitará que su mente realice otros procesos y
se ponga a trabajar un poco más.
Estos dos sistemas de pensamiento
aparecen continuamente en todo lo que hacemos y por supuesto en nuestras
decisiones de inversión. El contexto, la influencia de terceros, los miedos,
etc., en ocasiones suelen generar reacciones rápidas (2 + 2), generalmente motivadas
por las emociones, llevándonos a tomar acciones que van en contra de nuestros
objetivos previamente fijados.
A continuación vamos a enumerar
algunos de los sesgos a los que nos enfrentamos como inversores, así como
recomendaciones para evitarlos o mitigarlos. La idea es tratar de prepararnos
para poder aprovechar lo mejor posible los recursos con que contamos, e identificar
qué información es realmente adecuada para tomar sanas decisiones de inversión.
SESGOS
Uno de los sesgos más frecuentes
es el denominado sesgo de confirmación. Consiste en interpretar la
información recibida o buscar informaciones nuevas de manera que confirmen
convicciones o ideas previas. De esta forma, los inversores buscan información
de modo selectivo para respaldar sus opiniones en lugar de buscar opiniones o
informes críticos con estas, con el consiguiente riesgo de no realizar una
inversión acertada.
Es un poco lo que suele pasarnos
con nuestras redes sociales o los canales que miramos. Solemos seguir en las
redes a aquellos que tienen pensamientos afines o con los que se comparte algún
gusto o pasión. Dada esta situación, las redes nos proveerán constantemente
información sobre el equipo del cual somos hincha, sobre el partido político
con el cual simpatizamos o líneas de pensamiento económico que compartimos. Esa
información recibida terminará inconscientemente “confirmando” (sesgo de
confirmación) aquello que teníamos pensado antes de ir en búsqueda de datos que
aporten contenido útil para decidir.
Yendo al terreno de las
inversiones, si a priori estamos convencidos de que un determinado activo va a
ser la futura estrella, ¿nos tomamos el tiempo de leer las opiniones de quienes
piensan diferente? Si creemos que los mercados están en máximos históricos y no
es momento de sumar más instrumentos de renta variable, ¿le damos la
oportunidad a quienes opinan que aún les queda recorrido alcista a algunos
sectores escuchando sus argumentos?
Si creemos que el mundo de los
mercados financieros es una timba, y que se necesita saber mucho y tener gran
capital, seguramente busquemos casos que confirmen esa idea previa en lugar de
detenernos a escuchar lo que tienen para decir quienes sí invierten en otros
instrumentos.
El famoso “leo o escucho lo que
me conviene” no suele darnos grandes aportes a la hora de decidir. En las
inversiones como en la vida misma.
Para el siguiente sesgo que vamos
a presentar, citaremos un ejercicio que propone el psicólogo polaco Solomon
Asch que es el siguiente:
Tenemos dos personas que no
conocemos: Alan y Ben, sobre los cuales solo contamos con descripciones sobre
su personalidad:
Alan: inteligente – diligente –
critico – impulsivo – testarudo – envidioso
Ben: envidioso – testarudo –
impulsivo – critico – diligente – inteligente
Si somos como la mayoría de las
personas, habremos visto a Alan más favorecido que a Ben.
Los rasgos iniciales de la lista cobran
mayor peso que los que vendrán después, haciendo que optemos por Alan cuando en
realidad las descripciones de ambos eran idénticas.
El sesgo de anclaje es la
predisposición a dar más peso a la información obtenida en primer lugar que a
una información nueva que la contradice. Su denominación se debe a que esas
ideas previas en ocasiones suponen verdaderas anclas difíciles de soltar. En el
mundo de la inversión se aprecia con frecuencia este sesgo, por ejemplo, cuando
se presenta en primer lugar la rentabilidad de un producto de inversión, y ya
no se consideran otros datos no tan positivos como los riesgos asociados.
Asch, en un desprendimiento de
esto que llamamos sesgo de anclaje, define como “efecto halo” a la tendencia a
enjuiciar algo o a alguien sobre la base de una única cualidad positiva o
negativa (Alan es mejor que Ben), que hace sombra a todas las demás. Y sobre
esa base decidimos.
Es un sesgo muy frecuente en el
ámbito de la inversión, de manera que se tiende a calificar un producto
financiero como bueno o malo tomando como referencia un único dato, por
ejemplo, los resultados de la empresa o su popularidad, la persona que aparece
en el comercial del producto o, como vimos, la promesa de un rendimiento
atractivo, sin considerar que ese producto financiero puede no ser adecuado
para el objetivo de inversión pretendido o para el perfil de riesgo propio.
No nos quedemos con lo primero que
vemos o nos dicen, busquemos toda la información disponible, evaluemos si se
adapta a nuestro perfil y objetivos, y escuchemos a quienes opinan distinto
respecto a esa inversión.
El sesgo de autoridad es
la tendencia a sobreestimar las opiniones de determinadas personas por el mero
hecho de ser quienes son y sin someterlas a un enjuiciamiento previo. Puede
suceder que se realice una inversión únicamente porque la recomienda o la
aconseja un familiar o un amigo sin realizar ningún análisis adicional y sin
tener en cuenta las necesidades y el perfil de riego propios. El caso típico de
comprar porque alguien nos dice que ganó dinero con determinado activo, y no
contrastar dicho activo con nuestra personalidad y nuestras metas. O por
ejemplo cuando una personalidad famosa publicita una determinada inversión y
nos subimos a la propuesta solo porque confiamos en quien transmite el mensaje.
De nuevo, sometamos a análisis
toda información existente más allá de quien la esté aportando, por más
confiable y experto que parezca, el dueño del dinero es uno y no todos somos
iguales.
Una trampa similar a la anterior
es el llamado sesgo de la prueba social. La tendencia a imitar las
acciones que realizan otras personas bajo la creencia de que se está adoptando
el comportamiento correcto. Este sesgo se da en situaciones en las que el
sujeto no tiene una idea definida de cómo comportarse y se deja guiar por las
conductas de otros, asumiendo que tienen más conocimiento o siguiendo a las
masas porque la mayoría debe saber lo que está haciendo. En la toma de
decisiones de inversión, el inversor podría verse arrastrado por las decisiones
de otras personas y realizar inversiones que no le favorecen únicamente porque
otros lo hacen.
Evitar las modas y los gurús de
turno, así como la toma de decisiones de inversión basadas en rumores o
confidencias es la salida a este sesgo. Lo que funciona para muchos no tiene
por qué funcionar para uno en particular. En esos casos siempre es mejor contar
con un asesor financiero independiente que se tome el trabajo de conocer
nuestro perfil y objetivos, de manera tal que pueda identificar los productos
de inversión adecuados.
El sesgo del descuento
hiperbólico es la tendencia a elegir recompensas más pequeñas e inmediatas
frente a recompensas mayores y alejadas en el tiempo. Se debe a que la
inmediatez de las recompensas tiene un gran poder de atracción. El descuento
hiperbólico puede llevar a que el inversor deshaga una inversión pensada a
largo plazo y adecuada para su perfil debido a la aparición de productos
financieros más rentables, alterando así los objetivos iniciales y conllevando
costos y riesgos asociados.
Antes de invertir se recomienda
siempre definir objetivos, plazos y un plan de acción. Si una noticia de un
rendimiento atractivo aparece y nos hace cambiar la estrategia, eso nos puede
llevar al desequilibrio de la cartera que había sido elaborada en frio y
racionalmente antes de iniciar las operaciones. Actuar racionalmente y con
constancia, dejando las emociones para otros aspectos, nos ayudará a gestionar
nuestro patrimonio de una manera más eficiente.
Otro sesgo bastante común es el sesgo
de la aversión a las pérdidas. Este sesgo hace referencia a la tendencia a
considerar que las pérdidas pesan más que las ganancias. Sufrimos más por
perder $1.000 que lo que nos alegra ganar $1.000. Este sesgo puede derivar en
el denominado efecto de miopía que es especialmente perjudicial para inversores
a largo plazo y que hace que estos evalúen continuamente el valor de su cartera
y sobrerreaccionen a noticias y eventos que se producen en el corto plazo. La
miopía hace que el inversor deje de mirar la película completa y reaccione ante
solo un pasaje de la misma. Si somos inversores de largo plazo y armamos
nuestra cartera de inversiones siguiendo un plan acorde a nuestros objetivos,
no debemos alterar la estrategia por los eventos que puedan asustarnos en el
corto plazo. Hay que saber distinguir entre un evento y un cambio de tendencia,
si no sabemos hacerlo solos, buscaremos ayuda profesional para decidir sin
trampas mentales. Los mercados suben y bajan. Sepamos mantener el rumbo siendo
coherentes con los plazos de nuestros objetivos y no distraernos con las
variaciones diarias.
CON EL DINERO EN JUEGO
A medida que íbamos avanzando en
la lectura seguramente alguno de nosotros se sintió representado por al menos
una de las trampas mentales vistas. Como se trata simplemente de la lectura de
un artículo, pudimos vernos reflejados en algunos pasajes del mismo, y llegar a
proponernos de aquí en más pensar con templanza y seguir alguno de los consejos
propuestos para tomar mejores decisiones y no tan “sesgadas”.
Ahora bien, cuando nuestro dinero
es el que esta en juego, la tranquilidad que manteníamos durante la lectura ya
no es la misma, y es ahí donde nos suele costar dar el paso a abrirnos hacia
nuevas alternativas de inversión.
La comodidad y “seguridad” de lo
conocido nos lleva una vez más a mantenernos quietos. ¿No será que nos esta
faltando información? No nos quedemos sin avanzar por no atrevernos a explorar alternativas
que nos pueden estar esperando y quizás se adapten a nosotros más de lo que creemos.
Se empieza a caminar con un solo paso, es momento de darlo.
Si aun así nos resulta difícil salir
de la situación de confort actual, el paso sería recurrir a un asesor distinto
a “nuestro cerebro” para contar con información adecuada a cada personalidad,
objetivo, tolerancia al riesgo y por qué no también, al capital con que se
cuenta.