Memoria Financiera
En una entrevista radial que me
hicieron hace unos días, uno de los periodistas, de origen Vasco, me dijo: “acá
los argentinos son expertos en economía, con 6 meses aquí me puedo volver al
País Vasco como economista”.
Su comentario me hizo pensar por
un lado en que Argentina parece estar lleno de economistas (y técnicos de
futbol). Todos tenemos algo que decir y criticar en lo que se refiere a esos
temas. Pero por otro lado me llevó a pensar en el famoso dilema de quién vino
primero: ¿el huevo o la gallina? Es decir, ¿los argentinos somos expertos en
economía producto de tantas crisis que enfrentamos; o por el contrario, es producto
de nuestra falta de educación financiera que vivimos sistemáticamente expuestos
a estas crisis?
Permítanme contarles una historia
real, esto pasó de verdad. Mi mamá vive en Lobos (pónganse de pie por favor),
provincia de Buenos Aires. Hace unos años, tenía un perro de la raza Bull
Terrier que si bien parecía inspirar temor a simple vista, en el fondo era un
lassie atado como se suele decir, con la salvedad de un día al mes cuando el
parquero se hacía presente en la casa de mi mamá a trabajar en el patio. El
perro en primer término no paraba de ladrar al parquero inmediatamente de
detectar su camioneta, para luego de eso ir al patio y desenterrar los huesos
que tenía allí enterrados.
Muchos le decían a mi mamá:“es re inteligente tu perro, sabe que el parquero puede revolver y
desenterrar los huesos escondidos y va y los saca”.
Con el tiempo nos enteramos de
que en una de las primeras visitas el parquero le había amagado con una
herramienta al perro para alejarlo.
Todo el comportamiento que
adoptaba el animal desde el momento en que el parquero estacionaba su camioneta
no era por “inteligencia” sino por memoria, miedo y enojo. La agresión que
había experimentado por parte de esa persona lo llevó a buscar siempre
reaccionar primero ladrando, y acto seguido sacando los huesos por miedo a que
sean robados por ese invasor.
¿Por qué les cuento esta
historia? Porque creo que el perro de mi mamá somos todos nosotros y el
parquero los distintos gobiernos, no importa el color o signo político. Los
argentinos (en mi humilde opinión) no somos expertos en finanzas como creía el
periodista del País Vasco, ni tenemos educación financiera producto de las
reiteradas crisis que vivimos. Los argentinos para mi tenemos temor y
memoria financiera, que creo es muy distinto. Tan distinto que me lleva a
creer que el problema del huevo y la gallina en este sentido se inclina a que
gran parte de las crisis recurrentes que enfrentamos se deben a la falta de
educación en general, y de educación financiera en particular.
Es así que ante el más mínimo
rumor, la más mínima señal que nos alerte de que algo pueda llegar a poner en
riesgo nuestros ahorros en el sistema financiero, es que salimos corriendo a
sacar los dólares que tengamos, e incluso los pesos para ir muchas veces al
mercado informal antes de que todo explote. Somos el perro de mi mamá
desenterrando huesos por miedo y por memoria.
Basta con creer que un candidato
que se acerca pueda ser una amenaza para nuestros ahorros que ya tomamos cartas
en el asunto. Solo nos falta ladrar.
Y muchas veces ese temor
financiero nos lleva a cambiar un riesgo por otro. Están por un lado los que
terminan quitando sus ahorros de los bancos para llevarlos a sus hogares con el
riesgo que eso representa, están por otro lado los que sacan sus pesos para ir
a una cueva o arbolito para dolarizarse ante la más mínima sospecha de que la
cotización se vuele, también con los riesgos que ello conlleva, e incluso están
también aquellos que tienen acceso a una caja de seguridad y ponen allí sus
ahorros, a salvo de toda amenaza, menos de la inflación en dólares que
lentamente va consumiendo el poder de compra. Merece la pena recordar que
invertir es postergar consumo presente para consumir más en el futuro, el
dinero parado en una caja de seguridad, por la cual se pagan alquileres altos,
sumado a la inflación en dólares, dudo que permita consumir más en el mañana.
La falta de educación financiera
es la que nos lleva a canalizar nuestros ahorros (si es que los hay) a instrumentos
tradicionales como los plazo fijos en bancos, o comprar dólares, estos últimos
muchas veces recurriendo al mercado informal. En las charlas de Finanzas
Personales que solemos dar, basta con ver la reacción de los asistentes al
nombrar instrumentos tales como: Acciones, Cedears, Caución Bursátil,
Obligaciones Negociables, Títulos Públicos, Fondos Comunes de Inversión, entre
otros. Parece ser un mundo desconocido para la gran mayoría.
Buscando en el diccionario la
definición de MIEDO me encontré con la siguiente:
“Miedo: Sentimiento de
desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se
desea. Sensación de angustia provocada por la presencia de un peligro real o
imaginario”.
En ocasiones ese miedo que nos
lleva a tomar decisiones emocionales y por impulso, termina poniéndonos en un
lugar donde existen otros riesgos, solo por el hecho de desconocer que existen
otras alternativas. Le tenemos miedo al mercado de capitales en gran medida por
desconocimiento, uno le teme a lo desconocido, a la incertidumbre, pero tampoco
hacemos nada por buscar aclarar ese panorama, por aprender, formarnos, y sumar
certeza en estos aspectos que son transversales a nuestras vidas. Todo el
tiempo y toda la vida estaremos tomando decisiones que, en menor o en mayor
medida, se vinculen con el dinero. Y mejor las tomaremos cuanto más educados
estemos en materia de finanzas.
La tecnología primero y la
pandemia un poco más tarde, aceleraron el proceso de democratización financiera
que fue quitándole a los bancos ese papel protagónico y casi exclusivo que
tenían. La aparición de billeteras virtuales remuneradas y fintech de inversión
super amigables para el usuario, contribuyó a incentivar o al menos poner más
al alcance de todos ese nuevo mundo en materia de gestión del ahorro y la
inversión. Para muchos solo resta dar ese primer paso tan difícil pero a la vez
necesario que es perder el miedo. Y para eso, como decimos siempre, a invertir
se aprende invirtiendo y hoy en día el mercado de capitales ofrece diversos
instrumentos en los cuales invertir de acuerdo a nuestros objetivos y perfil,
con montos mínimos muy bajos. A caminar se empieza de a pocos pasos, a invertir
también.
Necesitamos educarnos en materia
financiera. El tema dinero no tiene que ser un tabú, ni una mala palabra que no
deban escuchar los chicos. Parece mentira que aún hoy, con los recurrentes
problemas que enfrentamos en finanzas, no tengamos educación financiera en la
mayoría de las escuelas. Como mucho en algunas se enseña contabilidad, es
decir, aprendemos a registrar y exponer gastos e ingresos, pero no a como
reducir los primeros y maximizar los últimos. Es algo así como construir una
casa empezando por el techo. Y es así que a medida que vamos creciendo nuestras
decisiones financieras estarán basadas en experiencias de nuestros padres,
algún amigo, un compañero de trabajo o algún otro familiar. Esas experiencias
pueden estar sesgadas por el miedo, el desconocimiento y por los reiterados
eventos de crisis ya vividos. Hay que tomar la decisión de comenzar a capacitarse
financieramente y pasar a la acción.
En lo personal soy un convencido
de que la educación en general y la financiera en particular nos vuelve más
libres e independientes, no sólo como individuos, sino también como sociedad.
Un país con cultura financiera,
con un mercado de capitales desarrollado que sepa canalizar el ahorro hacia el
sector productivo, para que inviertan, produzcan, tomen empleo, todo eso con
reglas claras e incentivos, un país así, dudo que tenga en su vocabulario
palabras como corralito, corrida bancaria, hiperinflación, dólar blue, entre
otras.
Pero para que todo eso pase se
necesita educación, que si no nos viene dada tendremos que salir a buscarla,
por nuestros sueños y por el bien de todos.
Para terminar, a todos aquellos
que no quieren ser como el perro de mi mamá y cada vez que aparece una nueva
amenaza tengan que ir corriendo a desenterrar sus huesos, les propongo
interiorizarse acerca de todos esos lugares que hoy existen para diversificar
nuestros huesos y evitar de esa manera quedar siempre expuestos. La idea pasa
por vencer ese miedo a lo desconocido indagando todo el terreno con el que
contamos, y no enterrar todo siempre en el mismo lugar.
Aquellos que prefieran
directamente cambiar de parquero por uno que cuando venga no nos amenace con
una herramienta, con más razón deben recurrir cuanto antes a la educación
financiera ya que es la única manera de vencer el temor financiero. El cambio
muchas veces comienza por uno mismo.
A ladrar menos, a poner los
huesos en nuevos y distintos lugares, pero sobre todo a educarnos.
Dedico este artículo a María Antonia, mí mamá, y a Newen, quien supo dejar profundos recuerdos en nuestros corazones y en el patio.