Compras compulsivas

 

“Frecuentemente experimentaba una necesidad de comprar sin considerar el precio de las cosas, mis posibilidades económicas o la utilidad que le daría a dichos bienes. Estos episodios progresivamente se fueron haciendo más frecuentes, siendo sus desencadenantes principales estímulos externos y estados emocionales negativos.

Durante esos episodios experimentaba la sensación de pérdida de control sobre mi conducta. Escondía los objetos comprados, sacaba múltiples créditos bancarios, pedía dinero a mis familiares o amigos, y poco a poco las mentiras y la sensación de culpabilidad eran más frecuentes”.

No importa de quien sean estas palabras, el caso es que estamos en presencia de una persona que podría estar teniendo un trastorno de Compra Compulsiva, algo bastante común y que se ha visto intensificado desde la pandemia.

La característica central de la Compra Compulsiva hace referencia a la aparición de deseos intensos por comprar objetos que la persona no necesita y la incapacidad para controlar estos deseos. La acción de comprar alivia la tensión de la persona y le genera placer. Posteriormente, en numerosas ocasiones, surgen sentimientos de culpabilidad, arrepentimiento y autoreproche causados por la incapacidad de afrontar de manera eficaz esta impulsividad.

¿Qué características presenta la persona con compra compulsiva?

Las personas que presentan Compra Compulsiva suelen iniciar las conductas de compra al inicio de la edad adulta, es decir, entre los 18 y los 30 años, aproximadamente. Por lo general estos impulsos se dan en soledad, la persona sale sola a hacer las compras o las realiza online en soledad en su hogar.

La adicción a la compra u oniomanía es un comportamiento compulsivo que pretende manejar las emociones negativas como la ansiedad o el estrés a través de la adquisición de bienes prescindibles. Esta actuación proporciona un breve período de bienestar/felicidad que se esfuma rápidamente, ya que el malestar procede de una carencia emocional no cubierta. Por lo tanto, estamos haciendo referencia a una estrategia de afrontamiento del estrés improductiva, que no da resultado.

¿Cómo la puedo identificar?

Para considerar una posible adicción a las compras deben estar presentes los siguientes síntomas:

-        Ansiedad generalizada por comprar

-        Insatisfacción después de adquirir cualquier objeto

-        Irritabilidad y cambio de humor frecuentes

-        Falta de autocontrol por dejar de comprar

-        Culpabilidad tras gastar dinero

-        Depresión

-        Debilitación de la economía personal y familiar

-        Deudas

-        Alteraciones/impacto sobre las relaciones familiares y sociales

Ildefonso Muñoz, psicólogo del Hospital Quirónsalud en Cádiz, publicó en un informe que el problema puede tener dos vertientes: por un lado la persona que experimenta un gran placer mientras compra y su cerebro libera una descarga de dopamina y endorfinas (mismas sustancias que libera el cerebro cuando comemos chocolate o mantenemos relaciones sexuales, por ejemplo); y por otro lado la persona que experimenta un malestar psicológico por no comprar y que únicamente puede evitar con la compra.

Dentro de la economía conductual el autocontrol es entendido como el nivel en que cada consumidor es capaz de regular sus emociones, deseos e impulsos ante ciertas situaciones que se traducen en tentaciones, y que le invitan a realizar una compra inesperada; de este modo, es posible plantearnos como hipótesis la existencia de una relación de causalidad presente entre los niveles bajos de autocontrol y los altos niveles de compras compulsivas. En este sentido, alcanzar el autocontrol no sólo te permite no incurrir en compras impulsivas sino que además según algunos autores es un importante predictor del éxito académico y profesional futuro.

En 1968 el psicólogo Walter Mischel realizó en la Universidad de Stanford un experimento llamado The Marshmallow Test (La prueba del malvavisco), en el que a cada miembro de un grupo de niños de cuatro años se lo dejaba solo con un malvavisco en una habitación. Tenía la opción de comerse el dulce en ese momento, pero se le aclaraba que si resistía el impulso de hacerlo durante 15 minutos obtendría dos dulces.

El investigador austriaco le dio seguimiento a este grupo de niños durante 14 años, y descubrió que mientras los niños que habían optado por comer rápidamente el malvavisco eran adolescentes de menor voluntad y se frustraban fácilmente, en tanto que los que habían logrado esperar y así obtener dos dulces mostraron un manejo responsable de su vida, lo que conllevaba hábitos financieros más sanos y denotaban una mayor habilidad para asimilar la postergación de la gratificación, es decir, no tenían problemas en esperar para obtener más.

Al momento de tomar decisiones de compra sucede algo similar, si no tenemos autocontrol podemos caer a la larga en problemas financieros de los que son difíciles de salir. El autocontrol es la clave, cuando alguien tiene la capacidad de ahorrar, denota una habilidad de postergar la gratificación, porque entiende que si en vez de gastar ese dinero se guarda, habrá un beneficio futuro que le permitirá vivir más ordenado, mejor e incluso hasta acabar comprando más cosas.

Vamos con otro exponente de la economía conductual y premio nobel en 2017, Richard Thaler. Thaler utiliza un fragmento de Ulises y las sirenas de la Odisea de Homero para dar un ejemplo de lo que debe hacerse para intentar lograr ese autocontrol tan necesario. Tanto Ulises como toda su tripulación no debían caer en la tentación de escuchar el canto de las sirenas ya que eso haría que naveguen hacia la costa con el riesgo de encallarse. Como Ulises quería escuchar el canto, tuvo que tomar una serie de medidas para poder continuar su rumbo. Ordenó a su tripulación que lo atasen con fuerza a uno de los mástiles y que ellos se taparan sus oídos. De esta manera la tripulación no iba a escuchar el canto de las sirenas ni los gritos de Ulises pidiendo que lo liberaran.

Con este relato, Thaler nos quiere decir que muchas veces necesitamos “pequeños empujones” para tomar las decisiones correctas y no caer en trampas emocionales. Y que en ocasiones, debemos entender que necesitamos de otras personas. A veces ese pequeño empujón lo podemos autogenerar, otras veces necesitamos de profesionales que nos ayuden. Recurrimos a psicólogos para buscar herramientas que por nosotros mismos no podemos encontrar, a nutricionistas para que nos guíen con nuestra alimentación o a entrenadores para mejorar nuestro estado físico o perfeccionar el deporte que practicamos, pero para la gestión de nuestra salud financiera, lo dejamos a nuestro propio control, “nosotros podemos”, o “estoy bien así”. La figura de un Asesor Financiero puede ser de gran utilidad en esos casos ya que no sólo se ocupa de ayudar a invertir, su labor principal es la de ir ayudando a generar hábitos saludables en la relación con el dinero, ese pequeño empujón hacia una vida más ordenada.

El Libro de Richard Thaler con el cual obtuvo el premio nobel de economía se llama “Un pequeño empujón” y lo recomendamos.

 

¿Qué hacer si notamos que estamos teniendo comportamientos compulsivos en nuestras compras?

Como cualquier problema, lo primero que debe hacerse para encontrar la solución es reconocerlo. Tomar consciencia de lo que está pasando, de la necesidad real o ficticia de ese gasto económico, del uso que le daremos después a lo adquirido y, sobre todo, de la sensación que nos produce. Para eso, es fundamental identificar los momentos de vulnerabilidad. En esas circunstancias en las que nuestro estado emocional puede estar más flojo es, precisamente, cuando más atento debemos estar.

Aunque nos planteemos seriamente restringir nuestras compras únicamente a lo que de verdad necesitamos, ¿Cómo podemos estar seguros de que no estamos creando excusas para efectuar dicha adquisición? Si sentís que de alguna forma el impulso de comprar te está ganando, podes ir poniendo en práctica algunas opciones preventivas que te contamos a continuación que tienen la finalidad de fomentar el AUTOCONTROL. Aquí vamos:

Rodéate de mensajes sobre los beneficios de ahorrar

“La palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” San Juan (1, 1-118). No, no estamos en misa ni en una clase de religión, tranquilos. Las palabras se hacen carne. Si nos pasamos la vida con frases del tipo “No puedo”, “No tengo tiempo”, “Algún día”, “El lunes empiezo”, “Cuando tenga dinero” no avanzaremos nunca. Quizás muchas de esas frases formen parte de la realidad de ese momento, pero si nos quedamos continuamente en esas palabras no cambiaremos nunca el futuro, y el futuro será en función de lo que hagamos hoy. Padre Rico, el personaje del libro “Padre rico, Padre pobre” de Robert Kiyosaki decía: “Escucha sus palabras y verás su futuro”. “La palabra que más destruye la vida” decía, “es la palabra mañana”. “Empezaré a invertir mañana”, “comenzaré la dieta y el ejercicio mañana”, y hasta “iré al médico mañana”.

Si queres cambiar tu realidad, pero sobre todo tu futuro, empezá por cambiar tus palabras y definir metas positivas. Y por supuesto, cambia el mañana por HOY.

Por ejemplo, al definir un ahorro diario o semanal, podes tomar buenas decisiones de gasto a lo largo del día o semana con tus objetivos en mente y bien visibles. Coloca un recordatorio en tu billetera o cartera para que tus necesidades de ahorro se conviertan en parte de cada decisión de gasto. Y en los tiempos de hoy en día, donde la billetera es el celular, quizás poner de fondo de pantalla algo que te recuerde el futuro que deseas puede ser productivo. Utiliza todas las señales visuales que se te ocurran como motivación.

Decido hoy, compro mañana

Un buen ejercicio que ayuda a filtrar las decisiones de compra por impulso es el que llamamos “decido hoy, compro mañana”. Este ejercicio consiste en que cuando se nos presenta esa oportunidad de comprar algo que nos parece super necesario, importante, útil, hermoso y hasta económico, dejemos marcada hoy la decisión de comprar pero disparemos la compra mañana. ¿Cómo es esto? Hoy la mayoría de las aplicaciones de compra online ofrecen la posibilidad de poner “me gusta” o guardar como “favorito” eso que tanto queremos y necesitamos. Marca entonces como favorito ese artículo, pero no lo vas a comprar hoy, la compra la deberás hacer el día siguiente.

Ese día siguiente es un día nuevo. Probablemente no te sientas igual que el día anterior, quizás la euforia por comprar ese artículo haya mermado, quizás después de todo no era todo lo necesario que creías ni lo hermoso que se veía. Ese impulso que existía el día anterior que te llevaba a comprar ciegamente, quizás el día siguiente ya no esté. Tal vez otros acontecimientos o intereses vinieron a tu mente recordándote que no estabas en condiciones de realizar ese gasto.

En conclusión, postergando un día la acción efectiva de comprar podés terminar filtrando una compra impulsiva de una verdaderamente necesaria. Porque si al día siguiente al fin y al cabo terminas comprando, es porque la compra iba mucho más allá de un impulso y seguramente reunía los requisitos de necesario y útil que cumplía de primer momento.

No ir de compras en un estado eufórico o ansioso

Si reconoces que tu estado de ánimo te puede llevar a una compra compulsiva y no lo puedes evitar, al menos intenta salir con el dinero justo y dejar la tarjeta de crédito en tu casa. La tarjeta de crédito puede ser un arma nociva en esos momentos de debilidad y provocar daños que tengan que pagarse en los meses subsiguientes.

Respecto a las compras en supermercados, una estrategia puede ser llevar una lista de compras y apegarte a ella. Si aun así sos consciente que vas a caer en la tentación que ofrecen las góndolas y sus miles de promociones, una alternativa puede ser ir acompañado al super. Dijimos que una de las características que tienen las compras compulsivas es que la mayoría de las veces es un comportamiento que se tiene cuando estamos solos. Ir acompañados de alguien que nos ayude a no salirnos de la lista de compras puede ser de gran ayuda.

Otra opción son las compras en las tiendas online que tienen algunos supermercados. Eso nos permite encontrar el momento propicio y desde la comodidad del hogar, siempre basándonos en la lista de compras, buscando individualmente cada producto anotado sin salirnos del plan y sin tanta exposición y oferta que nos puede ofrecer la caminata por entre las góndolas. Otra ventaja que tiene esta opción es que muchas veces nos permite comparar precios de un mismo artículo en sus distintas marcas y presentaciones, cosa que cuando lo hacemos en forma presencial nos mareamos o no vemos algunos productos por estar ubicados de manera estratégica en lugares no tan visibles.

Para terminar

Los beneficios de gastar dinero son tangibles e inmediatos. Inmediatamente experimentamos sabores, diversión y la envidia de nuestros vecinos. ¡Es muy divertido estar con los grandes gastadores!  Estamos entrenados para gastar, no para ahorrar.

El beneficio del ahorro es lento y aburrido, a nadie le gusta oír muy seguido la frase “largo plazo” porque resulta más divertido disfrutar del presente. Pero la vida es larga y es una sucesión de muchos presentes, y cada uno de ellos va a estar en función de las decisiones tomadas en el pasado.

Esperamos que si tenes alguno de los síntomas vistos de la compra compulsiva hayas encontrado en este artículo algún mensaje que actúe como disparador para un cambio. Que la primera decisión sea buscar ese pequeño empujón que puede dártelo un Asesor Financiero por ejemplo.

No obstante, si notas que el problema es avanzado, el tratamiento de la compra compulsiva necesita ser atacado con tratamiento psicológico.

De ahora en más cada vez que pienses en salir a comprar tomate 15 minutos para pensar, si logras detener el impulso, la próxima vez que nos veamos recordame que debo darte tus dos malvaviscos.