La economía del tiempo
Mi amigo Emanuel me invitó a comer un asado a su casa la otra noche. No lo dudé, hace buenos asados pero sobre todo tiene muy buenos vinos.
Entre ruidos a descorche y de fuego encendido (¿hay acaso mejores sonidos que esos?), noté que Ema tenia sobre la mesa: su notebook con algunas páginas web de finanzas abiertas, y un Excel cargado de columnas y fórmulas.
Haciéndole un gesto hacia la notebook le digo: “¿En qué andas?”. “Estoy traideando una cripto desde hace tres días que me puede dejar una linda ganancia”, me dijo. Me mostró las pantallas que estaba mirando, a simple vista pude divisar más de diez alarmas a distintos precios, y alarmas también en su celular para chequear la inversión durante la madrugada, “no sea cosa que se me escape la oportunidad”, agregó.
Mientras me mostraba el Excel en donde anotaba todas las operaciones que realizaba le pregunté, medio en chiste y medio en serio: “Y cuánto valen tres días de tu vida?”. Se rio, pero en el fondo sabía que la pregunta era más profunda de lo que parecía. Porque a veces, en nombre del control y la obsesión por ganarle al sistema, nos olvidamos de que el tiempo es también un recurso escaso. Y que, a diferencia del dinero, no se puede recuperar.
Emanuel es el ejemplo clásico del “inversor” que vive con adrenalina al borde del colapso. Se levanta, abre el celular, revisa cinco grupos de WhatsApp de finanzas, chequea la app del broker y lee un hilo de Twitter sobre criptos. Todo eso lo hace antes de poner la pava para tomarse los primeros mates del día.
Esto que quizás para vos es un montón de información tan temprano a la mañana, para él vale la pena porque le puede permitir hacerse unos dólares de más “sin hacer nada”. Sin hacer nada que entre comillas, como si el valor del tiempo fuera: cero.
La paradoja es que muchos de esos inversores que se pasan horas frente a una pantalla, podrían estar ganando más (y viviendo mejor) si eligieran una estrategia inversora automática, más pasiva, y con la ayuda de un asesor financiero. Sin duda que la sensación de tener el control y la adrenalina que se vive es lo que atrapa a ese tipo de personalidades, y no es fácil de cambiar porque sencillamente no quieren cambiar.
Con esas acciones buscan ganar dinero, lo cual sería el premio a tanta adrenalina y alarmas. Pero si el recurso más escaso y quizás más importante es el tiempo, ¿Por qué no intentar cambiar ese chip para que en lugar de buscar ganar dinero, se busque ganar más tiempo? Tiempo para hacer cosas que te gusten: pasar más tiempo con tus hijos o con amigos, leer, hacer un deporte, ir al gimnasio, emprender, etc. En cierto punto hasta creo que no solo es una inversión en tiempo, sino también en salud, ya que no vivir con la “cabeza quemada” pensando todo el tiempo en un trade, o con alarmas activándose a toda hora, sería muy bueno para el cuerpo y la mente.
Lo que Emanuel y muchos otros como él no ven es lo que se llama Valor Marginal del Tiempo. En economía, se usa para describir cuánto valor te aporta una unidad adicional de tiempo dedicado a una actividad. ¿Qué tanto valen esos dólares adicionales que podés ganar cuando perdiste tu paz mental, horas de descanso y vínculo con otras personas?
Hay algo de psicología financiera en todo esto. Nos enseñaron a ver cada peso que entra como un logro, pero no nos enseñaron a medir lo que dejamos ir para conseguirlo. Hay un sesgo cognitivo que lo explica: el costo hundido. Como ya invertiste tiempo, esfuerzo o dinero en algo, seguís adelante aunque ya no tenga sentido, solo para justificar lo anterior. Ema no podía soltar la notebook porque ya había pasado demasiadas noches atrás de esa operación. Pero a veces, dejar ir también es una decisión inteligente.
En muchos casos, los inversores que más tiempo le dedican al seguimiento diario de su cartera no son los que mejores resultados logran. Sí son los que más ansiedad cargan. Pero operar no es sinónimo de invertir. Operar es operar, y la inversión verdadera no es una carrera de velocidad. Es una maratón.
En una maratón no gana el que corre más rápido cada kilómetro, sino quien administra mejor la energía. En ese sentido, hay decisiones que valen más que horas frente a la pantalla: armar una cartera diversificada, tener un plan de compras periódicas como estrategia, entre otras.
Emanuel hoy tiene una cartera mucho más “aburrida” según su mirada, ya que no necesita de un seguimiento diario ni de alarmas. Tiene Cedears de compañías de diferentes sectores y regiones geográficas, algo en acciones argentinas y el resto en renta fija tanto pública como corporativa.
Con la cartera viene ganando dinero (y a largo plazo va a ganar mucho más), pero lo que sí viene ganando mucho, y con resultados inmediatos, es: Tiempo. Empezó un grupo de running, volvió a dar clases de tenis y pasa mucho más tiempo con sus seres queridos.
Dedicado a Ema, quien espero ahora tenga tiempo para leer mis artículos.



