Una historia argentina
¿Te puedo contar un poquito de mi
historia? Ahí va: Noviembre de 2001 me encontraba trabajando en el área de
Inversiones de un reconocido Banco. Quien por ese entonces era el jefe del
área, solicitó con anticipación un mes de vacaciones que tomaría en diciembre
de ese año. Para mi sorpresa, me ofrecerían el cargo interino de Jefe del área
Inversiones por un mes para suplantar al titular. No dudé en aceptar ese gran
desafío para mis apenas 23 años por ese entonces.
En aquel tiempo, las acciones y
los bonos eran escriturales. Es decir, los tenedores tenían que acercarse
presencialmente a cobrar cupones o dividendos, los cuales se cortaban de una
lámina de cartón que venía troquelada. En caso de querer vender sus posiciones,
debían traer el “Certificado de Tenencia”, otro cartón más que acreditaba su
titularidad. Todas cosas que hoy hacemos desde el celular y con un clic.
El área también comprendía Plazos
Fijos, tanto en dólares como en pesos, que en esa época se le daba a elegir al
cliente en qué moneda constituirlo dado que existía el famoso 1 a 1. Así cómo
lees: Vos venias con pesos al banco y te dábamos a elegir en qué moneda querías
hacer tu plazo fijo, sin limitaciones, sin validaciones de ningún organismo, ni
declaraciones juradas de origen de fondos.
Pocos días después de debutar en
el cargo, más precisamente el 3 de diciembre de 2001, el entonces Ministro de
Economía, Domingo Cavallo, implementó restricciones a la libre disponibilidad
de los depósitos bancarios mediante el decreto 1570/2001, más conocido como el
“corralito”. Esta medida fue impulsada para frenar una corrida bancaria
que venía acelerándose desde principios de ese año, y en medio de un régimen de
convertibilidad que ya estaba en crisis terminal.
El decreto limitaba las
extracciones en efectivo a 250 semanales por cuenta, tanto en pesos como en
dólares. Aunque no implicaba una confiscación directa, impedía a los ahorristas
acceder libremente a sus fondos, deteriorando la confianza en todo el sistema
financiero y profundizando la crisis política y económica.
Hasta acá ya te habrás dado
cuenta de que mi timing para hacer mis primeras veces de jefe no fue el mejor.
Repasemos brevemente el impacto
de la medida sobre los Ahorristas bancarios:
Los que tenían un Plazo Fijo
en dólares:
-
Disponibilidad. A partir del “corralito”,
los depósitos a plazo fijo en dólares quedaron inmovilizados independientemente
de su vencimiento, sin generar ningún tipo de interés.
-
Restricción. Solo podían retirarse en
efectivo hasta 250 dólares por semana.
-
Pesificación. En enero de 2002, con la
salida de la convertibilidad, los depósitos en dólares fueron pesificados
forzosamente a una paridad de 1.40 pesos por dólar (cuando por ese entonces ya
la moneda estadounidense se negociaba a un precio mucho mayor), y las deudas en
dólares se convirtieron a pesos a 1 a 1.
Los que tenían
un Plazo Fijo en pesos:
-
Restricción. También quedaron sujetos al
“corralito” con el límite de extracción semanal.
-
Efecto inflación. Si bien no
sufrió una pesificación como los anteriores dado que ya estaban en esa moneda,
a la salida del régimen de convertibilidad se produjo una rápida pérdida del
valor real de la moneda.
Repasemos ahora el impacto del
corralito sobre el Mercado de Capitales:
A diferencia de lo que pasó con
los depósitos bancarios, los instrumentos del mercado de capitales no fueron
alcanzados directamente por el “corralito”. De hecho, muchos inversores
institucionales y particulares optaron por canalizar fondos al mercado bursátil
como forma de eludir las restricciones bancarias.
Los que tenían acciones de
empresas:
-
Disponibilidad. Los inversores podían
operar normalmente en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires
-
Liquidez. Aunque el volumen operado bajó
en los momentos más críticos, no se interrumpió nunca la operatoria pudiendo vender
si se lo necesitaba.
-
Cotizaciones. Las acciones locales
sufrieron caídas pronunciadas si las miramos en dólares, reflejando la
incertidumbre del momento, pero subieron nominalmente en pesos tras la
devaluación.
Los que tenían bonos:
-
Disponibilidad. Tampoco se prohibió la
venta de bonos, aunque su cotización se vio severamente afectada.
-
Cotizaciones. Los precios de los bonos
soberanos cayeron drásticamente por el riesgo de default, que finalmente se
concretó.
Los que tenían Fondos Comunes
de Inversión:
-
Disponibilidad. No fueron objeto de
restricciones directas, pero algunos fondos con alta liquidez en depósitos
bancarios se vieron afectados. El resultado: algunos fondos suspendieron
temporalmente los rescates o lo hicieron pero con demoras. Los FCI con mayor
exposición en acciones fueron los más rápidos en recuperarse.
El “corralito” de 2001 afectó
gravemente a los ahorristas tradicionales, especialmente a quienes tenían
depósitos bancarios. En cambio, aquellos que para muchos podían ser más
arriesgados por poner su dinero en el mercado de capitales, sufrieron
volatilidad pero no vieron restringida su disponibilidad. Y a la hora de recuperar
valor, también fueron los primeros en beneficiarse de la suba del mercado.
La explicación la podemos
encontrar en la naturaleza misma de ambos mundos. Cuando depositamos dinero en
un banco, ese dinero deja de ser nuestro para convertirse en un pasivo del
banco. El banco nos debe, y si por alguna razón no pudiera devolverlo, se
dependerá de regulaciones, amparos judiciales, un buen abogado, etc. Cuando en
cambio invertimos en acciones, los activos siguen estando a
nuestro nombre. Nadie nos los debe. Somos un
poco dueños de esa empresa que tenemos en cartera y podremos vender total o
parcialmente cuando lo deseemos y recuperar liquidez.
Por supuesto que las cotizaciones
de las acciones por ese entonces se vieron muy afectadas. Hubo caídas, y no
fueron menores. Pero una cosa es la volatilidad en el precio, y otra muy
distinta es que directamente no puedas acceder a tus fondos. Por otro lado,
luego de esa caída en los precios de los activos, el mercado supo salir al alza
y quienes se mantuvieron comprados tuvieron ganancias.
Repasar nuestro pasado es útil
para rescatar algunas enseñanzas. El miedo a correr riesgo a veces nos hace
caer en trampas de falsa seguridad. Nos refugiamos en plazos fijos, cuentas
bancarias o en el colchón, sin saber que existen otras alternativas que, aunque
parezcan más osadas, nos pueden ofrecer mayor rentabilidad y también mayor
control sobre nuestro propio dinero.
Al momento de invertir nuestros
ahorros debemos diversificar y asumir un rol activo con nuestro dinero,
entender dónde están nuestras tenencias y qué derechos nos asisten. En 2001, la
bolsa fue más segura que el banco. Y no fue azar, fue propiedad, liquidez y
transparencia. Una lección de la historia que vale la pena aprender, y más si
estas leyendo esto desde Argentina.
No se si habrá sido mi historia
personal que me llevó a volcarme mucho más en el mercado de capitales que en
los instrumentos más tradicionales. Tampoco con esta anécdota quiero decir que ese
evento vaya a repetirse, pero de lo que sí estoy seguro es que ese momento en
mi vida me grabó a fuego la importancia de diversificar y comprender que
el verdadero riesgo esta en quedar expuestos totalmente a un único
activo.