Cómo armar una cartera de inversiones a largo plazo
Gestionar un patrimonio consiste esencialmente en posicionar los activos de
manera que éstos se revaloricen lo máximo posible de eventos futuros.
Lógicamente, este concepto implica definir Futuro (el mes que viene, el
año que viene, diez años o toda la vida).
El problema con el futuro es que es incierto. Los objetivos definidos para
el futuro más cercano (corto plazo) deberán contar con recursos que los
financien, colocados en instrumentos que aporten seguridad para la efectiva
consecución de dichos objetivos. Las próximas vacaciones, la fiesta de
cumpleaños de un hijo, por citar algunos ejemplos, no deberán quedar expuestos
a volatilidad alguna. Eso no quiere decir que el dinero necesario para afrontar
esos gastos deba estar bajo el colchón o en la cuenta bancaria sin generar
rendimiento alguno, lo que queremos decir es que, cuando el objetivo esta muy
definido en un corto plazo (menos de un año), no debemos correr riesgos que pongan
en peligro su cumplimiento en tiempo y forma.
Otro aspecto a considerar para las metas a corto plazo es que el recurso
debe seguir siempre al objetivo. ¿Qué significa eso? Si el objetivo fijado
esta ligado a la evolución del dólar (caso de unas vacaciones en el exterior
por ejemplo), los recursos que lo financien deberán estar colocados en
instrumentos que ajusten por esa moneda y asi no sufrir los cambios que ésta pueda
experimentar. Si en cambio, el objetivo esta mas ligado a la evolución de
precios locales, se podrían colocar los recursos que lo financiarán en
instrumentos que ajusten por inflación (UVA o CER por ejemplo). De esta manera
no se correrá el riesgo de que el objetivo se dispare producto del alza en los
precios o el dólar y que los recursos queden muy rezagados. Ambos irán
alineados evitando asi sorpresas y malos tragos.
Ahora bien, ¿qué sucede con los objetivos a plazos mayores? ¿Por qué
debemos pensar en invertir a largo plazo? Razones para pensar en el futuro
lejano hay muchas, después de todo el futuro es ese lugar donde vamos a vivir
el resto de nuestras vidas, y será como lo soñamos o no, en función de las
decisiones que tomemos en el presente.
Esta perfecto disfrutar el presente ya que al fin y al cabo la vida es una
sola, lo que proponemos es disfrutar del presente diseñando a la vez el mañana.
Y no se trata de pensar en el mañana solo como la etapa del retiro, el mañana es
dónde queremos vivir, cómo queremos vivir, haciendo lo que
queremos hacer, como dueños de nuestras propias vidas. Todo eso estará más
alineado a nuestros gustos cuanto mas temprano nos hayamos propuesto comenzar a
gestionar nuestro patrimonio de acuerdo con un plan. Si no tenemos un plan,
terminaremos donde nos lleve la vida y no donde nosotros queremos que la vida
nos vaya llevando.
Gestionar los recursos para hacer realidad nuestros sueños implicará, como
punto de partida, mejorar nuestro margen de ahorro para asignar un pequeño porcentaje
a confeccionar una cartera de inversiones a largo plazo. Ese pequeño aporte que
mes a mes nos pagaremos a nosotros mismos no nos privará de disfrutar del
presente, y a su ves estará construyendo lentamente ese futuro que soñamos.
En adelante veremos algunas ideas para ir construyendo esa cartera de
inversiones a largo plazo que nos llevará al destino que nos propongamos.
La disciplina inversora
Primero debemos preparar el terreno. Un inversor que comience a formular
una cartera de inversiones a largo plazo debe alinear todas sus decisiones a
ese horizonte temporal. Para eso será clave que cada una de las decisiones sean
tomadas por la razón y no por las emociones. Las emociones suelen hacer jugar
una mala pasada a los inversores haciéndolos vender posiciones antes de tiempo
cuando las cosas van mal, y comprar activos cuando reina el optimismo. La cosa
es exactamente al revés. Warren Buffett resume con 2 frases la filosofía que
debe perseguir un inversor a largo plazo:
“Hay que ser codicioso cuando los demás son
miedosos y miedosos cuando los demás tienen los ojos inyectados de codicia”
“La bolsa es un mecanismo de transferencia de
dinero de los impacientes a los pacientes”
La cualidad más importante que debe tener un inversor a largo plazo es el
temperamento, y no la inteligencia. Invertir exige mucho temperamento durante
las crisis y paciencia en los periodos de crecimiento.
Esto que parece algo más que sabido cada vez que lo leemos, en la práctica
cuesta mucho su aplicación. Cada crisis que nos toca atravesar en vivo parece
ser mucho mas cruda que las anteriores y su duración parece ser eterna. En
medio de todo ese pánico las frases de Buffett y la filosofía aprendida quedan en
el olvido y son las emociones quienes toman el mando. Tal es asi que por
ejemplo en plena crisis del 2008, aún en países con mucha cultura financiera
como es Estados Unidos, se registró una fuerte salida de dinero de renta
variable (hubiésemos esperado que un país con esa cultura financiera haya
mantenido las posiciones e incluso aumentado… no fue asi). Previo a la crisis,
cuando todo parecía tiempo de bonanza (2006 y 2007), el flujo neto de
inversiones en renta variable crecía en forma acelerada (todos compraban con la
euforia… nuevamente a la inversa de lo esperado). Uno podría pensar: Si esto
les pasa a inversores en EEUU con toda su cultura inversora, cómo no nos va a
pasar a nosotros en Argentina… esperamos que luego de incorporar las
herramientas de este artículo seamos capaces de actuar de manera diferente.
Es conocido que los mercados son cíclicos. No es fácil identificar a priori
cuándo empieza o termina un ciclo, lo que hace extremadamente difícil intentar
batir al mercado mediante compras anticipadas. Resulta complicado también saber
diferenciar si se trata de una simple corrección del mercado o una crisis que
recién comienza.
Disciplina inversora implica saber aguantar las tenencias tras una caída (e
incluso incrementarlas si es posible), ya que si vendemos consolidamos la
pérdida. Uno no gana ni pierde hasta que vende, mientras mantengamos
seguimos en partido. Implica además saber acompasar las inversiones al ciclo,
ser capaces de actuar con racionalidad ante las crisis y aprovechar las
oportunidades que ésta presenta. Y vender, en caso de que se necesite vender,
cuando las inversiones hayan tenido grandes valorizaciones.
Un método muy útil para inversores a largo plazo que quieran construir su
disciplina inversora es el PCM, Promedio del Costo Monetario. Hicimos un artículo
especifico donde tratamos el método, los invitamos a leerlo una vez terminado
éste (link).
Distribución de la cartera
Una cartera pensada para el largo plazo debe estar dominada por la renta
variable. Esto es asi porque en ese horizonte temporal la rentabilidad
obtenida por este tipo de instrumentos ha superado históricamente a otros como
la renta fija, productos bancarios a tasa, materias primas, inmuebles, entre
otros.
Las posiciones tomadas en renta variable deberán contar con una
diversificación sectorial y geográfica que permita atenuar el riesgo de solo apostar
a un sector o país específico, y que éste sea victima de algún evento nocivo
arrastrando a toda la cartera en su conjunto.
Asi como en épocas buenas la renta variable aporta mucho a la rentabilidad
de una cartera, las grandes caídas también se hacen sentir. Es por eso que para
equilibrar el portafolio será necesario incorporar otras clases de activos con
un comportamiento descorrelacionado, es decir, que se muevan en dirección
contraria a la renta variable. De esta forma, en aquellos momentos del ciclo
que la renta variable se vea afectada, los demás activos actuarán para atenuar
el impacto.
Éste ha sido históricamente el papel desempeñado por la renta fija.
Aun cuando se sacrifica algo de rentabilidad con estos instrumentos, se
consigue reducir la volatilidad y aportar un mejor equilibrio al balance Rentabilidad
– Riesgo. Contar con este instrumento ofrece también la posibilidad de vender
activos en tiempos de crisis cuando se necesita efectivo, ya que vender renta
variable supondría consolidar pérdidas.
Un gran activo diversificador es el oro. El oro siempre ha actuado
como refugio en momentos de gran incertidumbre y crisis. Históricamente, el oro
ha tenido una rentabilidad de apenas un tercio de la rentabilidad aportada por
la renta variable. Esto demuestra que una ESTRATEGIA de cartera podría ser contar
con un porcentaje menor de oro como elemento diversificador de largo plazo, y
solo como TÁCTICA de cartera se podría aumentar su posición en tiempos de
conflictos geopolíticos o inflación global. Además del oro, se puede utilizar
la plata y otros metales preciosos como correlación e incluso hasta materias
primas ligadas al agro y la energía.
Existe también la posibilidad de buscar protección en el mercado inmobiliario,
que no siempre tiene ciclos similares a los de la renta variable permitiendo de
esa manera que actúe como activo descorrelacionado.
Un ejemplo de distribución típica de cartera
podría ser:
50 – 60 por ciento en renta variable
20 – 25 por ciento en renta fija
20 – 25 por ciento en activos alternativos (en
éstos se suele empezar por los que protegen contra la inflación, en particular
activos reales como los inmobiliarios, oro y materias primas)
Esta distribución primaria propuesta para una cartera de largo plazo
tiene un por qué. La proporción elegida para cada tipo de activo tiene su
explicación en el rol que ocupan dentro de la cartera. Se trata de pensar la
cartera en forma integral y dado el horizonte temporal de largo plazo, debemos
tener en claro que lo que se busca es maximizar la relación Rentabilidad –
Riesgo.
En periodos largos la renta variable es quien toma el rol de aportar
mejores retornos, en tanto que siempre que se piense en el largo plazo se debe
saber que tarde o temprano se estará expuesto a eventos nocivos como la
inflación, devaluación, conflictos bélicos, y eventos inesperados como fue el
caso de la pandemia por covid 19. Atendiendo estos riesgos que en un horizonte
temporal de largo plazo siempre ocurrirán, una parte de la cartera deberá estar
conformada por activos que hayan experimentado un mejor desempeño en épocas
inflacionarias por ejemplo, tal es el caso de los inmuebles, instrumentos de
renta fija con ajuste por inflación, y por qué no también algo en oro o
materias primas ligadas a la energía para eventos que tengan que ver con
conflictos geopolíticos a los que el largo plazo desgraciadamente nos tiene
acostumbrados.
La distribución secundaria
La renta variable como dijimos tiene la función de aportar
rentabilidad a largo plazo en la cartera. Desde hace un tiempo desde Argentina
es posible invertir en las principales empresas a nivel mundial que cotizan en
el mercado de Estados Unidos. De esta forma, estaríamos no solo aprovechando la
posibilidad de invertir a largo plazo en instrumentos que tienen un rendimiento
histórico promedio anual en torno al 10% en dólares, sino que también permite
al inversor local contar con cobertura contra el alza del tipo de cambio toda
vez que se trata de una inversión en pesos pero ligada a la evolución del dólar
(CCL).
La distribución secundaria dentro de los activos de renta variable debe
respetar la idea de diversificación tanto sectorial como geográfica. Para esto se
deberá primero definir los distintos sectores de la economía (tecnología, industria,
turismo, comunicaciones, entretenimiento, salud, energía, bancos, consumo,
etc.), dentro de cada sector se escribirá una lista con las empresas que son
los principales exponentes dentro del sector y se buscaran datos que tengan que
ver con los fundamentos de la empresa asi como las expectativas de la misma.
Aquellos sectores con más futuro serán quienes más ponderen en el peso de la
renta variable de la cartera.
Otro aspecto de la diversificación tiene que ver con optar por distintas
regiones geográficas. Sin dudas que contar con empresas mayormente ubicadas en
Estados Unidos es una opción razonable para el horizonte propuesto de largo
plazo, “nunca apuesten en contra de EEUU” sabe decir Warren Buffett y
con razón si uno repasa la historia de los mercados mundiales. Pero invertir
ciento por ciento en EEUU nos puede dejar por demás expuestos a eventos que
pudieran afectar en forma exclusiva al gigante del norte. Podemos invertir en
compañías asiáticas, europeas, brasileras y por supuesto en empresas locales.
En el caso puntual de las compañías argentinas se deberá invertir en forma
TÁCTICA más que ESTRATÉGICA aprovechando los distintos ciclos, comprando en
momentos donde reina el pesimismo para vender con alguna ganancia cuando las
expectativas se hayan renovado. A diferencia de la ESTRATEGIA a largo plazo
para el mercado americano, invertir en acciones argentinas requiere buscar
cierto timming de entrada y salida.
Quienes aun no conozcan la forma de invertir desde Argentina en el mercado
de EEUU, el instrumento se llama CEDEAR y puede ser adquirido en pesos y desde
montos mínimos muy bajos.
La renta fija y, en general, activos que al final de un periodo
estipulado devuelven la suma invertida mas los intereses generados, tienen la
finalidad de quitarle volatilidad a la cartera. El hecho de ser acreedores y no
dueños nos pone en una posición de privilegio en caso de problemas.
Si pensamos en eventos nocivos como el caso de la inflación, hecho que a
largo plazo seguramente tengamos que enfrentar en algún momento, la renta fija
suele tener instrumentos de cobertura inflacionaria: bonos y productos
bancarios con ajustes por inflación son dos ejemplos al alcance de cualquier
inversor.
Nuevamente yendo a lo TÁCTICO más que a lo ESTRATÉGICO, se podría
aprovechar transitoriamente aquellos activos a tasa cuando la misma es elevada
por la autoridad monetaria de un país con la finalidad de atacar la inflación.
En estos casos, y solo aprovechando estos cortos periodos, se podrían
incorporar productos bancarios a tasa (plazo fijos) buscando reducir lo más
posible la volatilidad sin resignar rendimiento.
En cuanto a los activos alternativos, con ellos por lo
general también buscamos cobertura ante eventos nocivos para nuestro patrimonio,
fundamentalmente atendiendo a su baja correlación respecto a la renta variable.
El oro por ejemplo, ha demostrado ser históricamente reserva de valor
cuando se desatan conflictos bélicos. Algunas materias primas agropecuarias y la
energía también han tenido un buen desempeño ante esos eventos.
Tanto para comprar oro como materias primas ligadas al agro, quienes no
puedan acceder a los bienes físicos existen compañías cotizantes que se dedican
al negocio de la minería, la energía o el agro, a los que se puede acceder
fácilmente y por bajos montos.
En cuanto a los inmuebles, si bien es otro caso que ha sabido
defenderse bien en épocas inflacionarias, debe tenerse presente también que es
otro mercado muy marcado por los ciclos. Medido en valor del metro cuadrado,
los inmuebles experimentan momentos de depresión y exceso de oferta (por lo
general responden a momentos en donde no existe el crédito para acceder a una
vivienda), y luego de ese periodo que puede ser largo, el ladrillo pasa a
convertirse en refugio de valor (sobre todo en nuestro país donde el capital
invertido en inmuebles esta valuado en dólares) haciendo que el valor del metro
cuadrado recupere valores mucho más optimistas.
El problema con los inmuebles es que se necesita un capital inicial alto
para su incorporación en la cartera, y ni hablar si hablamos de diversificar
geográficamente en distintas zonas o ciudades. Para capitales menores debe
tenerse en cuenta que se puede invertir en instrumentos ligados al mercado
inmobiliario como pueden ser ciertas acciones de empresas de Real Estate o bien
participaciones en crownfounding inmobiliarios.
Gestión del riesgo
Una cosa es el riesgo y otra es la volatilidad. Ambos conceptos se
diferencian por el horizonte temporal. Debemos asociar a la volatilidad con los
plazos cortos, mientras que el riesgo esta relacionado con la incertidumbre
sobre el capital final que iremos a obtener con nuestras inversiones.
Cuando se invierte por un periodo corto de tiempo, la volatilidad se iguala
al riesgo dado que cualquier evento que produzca una caída en los mercados
puede hacer que cuando necesitemos retirar el efectivo ese capital se haya
desvalorizado. Por eso al comienzo de la nota dijimos que, cuando el objetivo
es cercano en el tiempo, no debemos exponer los recursos que lo financiarán a
ninguna volatilidad ya que eso sería correr riesgos.
A largo plazo en cambio, la volatilidad puede terminar siendo nuestra amiga
toda vez que si la sabemos aprovechar nos permitirá comprar en momentos de
caídas de los precios.
Dado que en el artículo de hoy nos estamos abocando estrictamente al largo
plazo, debemos entender que parte de nuestra estrategia será aprender a
convivir con la volatilidad. De alguna manera es una aliada con la que hay que
saber tratar.
La distribución primaria realizada con nuestra cartera de ejemplo, entre
renta variable, renta fija e instrumentos alternativos, permite aprovecharnos
de la volatilidad con la parte asignada en renta variable, comprando en momento
de bajas en los precios; y a su vez busca protegernos de riesgos que a largo
plazo sabemos que tendremos que enfrentar, como la inflación, devaluación,
subas de tasas, conflictos bélicos, etc.
Hasta aquí vinimos hablando de un tipo de riesgo que podríamos definir como
riesgo de mercado. Existe otro
riesgo que debe también tenerse presente y es el llamado riesgo de crédito,
y se trata del riesgo de que el emisor no pague sus compromisos (default).
La diversificación una vez mas viene a dar su aporte para atenuar riesgos.
En este caso, buscar diversificar entre distintos emisores (privados, estado
nacional, estados provinciales, bancos, etc.) podría ser una manera de reducir
la posibilidad de que uno de ellos caiga en incumplimiento de pagos.
Sobre el riesgo inflacionario ya hablamos bastante y dijimos que
debe ser tenido en cuenta para una cartera de largo plazo, incorporando los
activos que ajusten por inflación y aquellos otros que han sabido llevar un
buen desempeño en épocas de alzas sostenidas de precios.
Riesgo de liquidez es el riesgo de no poder liquidar una posición en
caso de necesitar contar con el efectivo. El caso de los inmuebles es sin
dudas, de los vistos, quien tiene la barrera de salida más elevada.
Riesgo de concentración es el que se corre al quedar demasiado expuestos
a un único tipo de activo, a una única región geográfica o sector. Una vez más
esto se resuelve con una adecuada diversificación primaria y secundaria.
Como vemos, diversificar entre distintas clases de
activos primero (distribución primaria), y dentro de cada activo volver a
diversificar (distribución secundaria) es la mejor manera hasta hoy conocida
para controlar el riesgo.
No solo diversificar es la respuesta a la gestión del riesgo, otra de las
claves a tener presente en esta idea a largo plazo es lo que se llama REBALANCEAR.
El rebalanceo periódico de la distribución de activos permite no solo
mantener equilibrada la cartera evitando riesgos mayores, sino que además tiene
un aporte a la rentabilidad esperada y a la disciplina inversora.
Supongamos que de nuestro punto de partida de la cartera ejemplo, 50% en
renta variable, 25% en renta fija y 25% en alternativos, pasado un cierto
tiempo el resultado fue mejor con la renta variable que con el resto, por lo
que el 50% que antes representaba es ahora un 60%. El rebalanceo buscará llevar
la cartera nuevamente a la distribución inicial y para eso habrá que vender
parte de renta variable para sumar en el resto de los activos (si lo pensamos,
de esta forma estaríamos vendiendo renta variable cuando se dio un ciclo de
crecimiento, lo que permitirá cuidar parte de lo ganado en caso de que se dé
una vuelta de ciclo).
Si por el contrario, al rebalancear la renta variable refleja una
disminución en la ponderación, supongamos un 40%, para volver a la situación de
inicio deberemos salir de otros activos para sumar en renta variable (en este
caso vemos que el ejercicio de rebalancear nos hace comprar acciones en épocas
de bajas).
El hecho es que si rebalanceamos, lo que hacemos es vender activos que han
crecido mas y, por tanto, que presumiblemente estén caros. Y en cambio, compraremos
activos que han caído o han crecido menos y, por lo tanto, estarán
relativamente más baratos.
Rebalancear nos lleva a comprar activos baratos y
vender caros, y esta, es una de las primeras reglas de la inversión.
La periodicidad recomendada del rebalanceo es una vez al año. No debemos
dejar de hacerlo ya que es un ejercicio que nos lleva indirectamente a manejar
la cartera con la razón y no con las emociones, entrenando así esa disciplina
inversora que debemos buscar.
Ser Activos o Pasivos
Llevar una gestión activa de cartera significa llevar las riendas de
las decisiones que se toman en cuanto a los activos seleccionados. El inversor
activo elegirá cada empresa a incorporar, cuándo vender, siempre teniendo en
cuenta como dijimos la diversificación sectorial y geográfica. Sin dudas que
una gestión activa requiere no solo de informarse y conocer mas sobre las
empresas y el contexto, sino que además se necesitará disponer de más tiempo
para hacer un seguimiento de la cartera.
Para quienes no tienen conocimientos, ganas o tiempo, existe la posibilidad
de adoptar una gestión pasiva en el manejo de la cartera. En este caso
el inversor se inclinará a elegir activos que sigan la evolución de
determinados índices globales (tal es el caso de algunos ETFs) o bien instrumentos
que sean manejados por un administrador idóneo en materia de inversiones (es el
caso de los Fondos Comunes de Inversión).
Es importante conocernos, conocer nuestros tiempos también, y en función a
eso elegir los instrumentos que mejor se adapten a la gestión que buscamos.
Esta gestión activa o pasiva tiene que ver puntualmente con la selección y
seguimiento de los activos incorporados a la cartera, pero hay, a nuestro modo
de ver, una gestión que debemos ser capaces de asumir por nosotros mismos y no
negociar bajo ningún punto de vista. Se trata de la actitud activa o pasiva
respecto al ciclo, que nada tiene que ver con la gestión anterior.
Si adoptamos una actitud pasiva a lo largo de todo el ciclo, sin modificar
el riesgo asumido en momentos diversos, desaprovecharemos la oportunidad de
decantar probabilidades de éxito a nuestro favor. Mientras que si somos
activos, podemos mejorar el rendimiento global de nuestra cartera con compras
en etapas del ciclo donde reina el pesimismo y el pánico.
Se puede tener una actitud activa respecto al ciclo, con una estrategia de
gestión pasiva. El ejemplo sería aprovechar un momento de crisis para ser más
agresivos en la compra de renta variable, pero incorporando ETFs (SPY, QQQ) que
son un fiel reflejo de gestión pasiva.
Reiteramos, invertir con excelencia a largo plazo consiste en posicionar
los activos de manera que se beneficien lo máximo posible de eventos futuros.
Para ello, la base será conocer las etapas del ciclo, las clases de activos que
ofrece el mercado, el rol de estos activos dentro de una cartera, aplicar una
adecuada diversificación primaria y secundaria, rebalancear una vez al año y,
lo más difícil, gestionar con la razón y no con las emociones.
Ejercicio final
Para terminar les proponemos que hagan el ejercicio de repasar sus
inversiones a largo plazo y calcular el porcentaje asignado a cada clase de
activos. Sobre todo repasen si están posicionados en instrumentos de cobertura
a eventos que si o si deberán enfrentar en ese horizonte temporal (inflación,
suba del tipo de cambio). Repasen la diversificación. Y por supuesto no dejen
de lado la rentabilidad esperada, de todos los riesgos vistos hay uno que no
nombramos que es un riesgo oculto y muy nocivo para los objetivos a largo
plazo: El riesgo a quedarse cortos. Si como inversores a largo plazo somos por
demás conservadores corremos el riesgo de quedarnos cortos y no llegar nunca a
esos objetivos propuestos, y a diferencia de los otros riesgos vistos, este
riesgo oculto solo se va a hacer visible al final del recorrido, cuando ya no
haya tiempo de cambiar las fichas. Para contrarrestar este riesgo a quedarnos
cortos, será necesario ir en búsqueda de una rentabilidad mayor asumiendo algo
de riesgo (controlado) en activos de renta variable.
Y como en otros aspectos de la vida en los que buscamos ayuda profesional
(psicólogos, entrenadores, nutricionistas, profesores, etc), siempre esta la
posibilidad de recurrir a un asesor financiero quien pueda ayudarnos a administrar
los recursos de una manera alineada a nuestros objetivos.