Los jóvenes y su futuro
Vamos con algo para los más jóvenes
y el futuro que podría esperarles.
Según los datos del INDEC,
aproximadamente el 73% de los actuales jubilados en Argentina son
propietarios de la vivienda en que residen. Esto quiere decir dos tercios de
nuestros mayores no tienen que preocuparse por pagar un alquiler con su
jubilación, lo que les proporciona algo de seguridad ante una realidad cada vez
más apremiante para la clase pasiva.
Por otro lado, los datos del mismo instituto nos dicen que sólo el 50% de los jóvenes de entre 25 y 35 años en Argentina son propietarios de una vivienda. Esto deja a la mitad de ellos con cierta incertidumbre respecto de un futuro en el que podrían no tener un hogar propio al momento de retirarse.
Hasta acá mezclamos datos de
jóvenes y jubilados, pero ¿Qué joven está pensando en el retiro? Hasta me
animaría a preguntar: ¿Qué joven está pensando en un techo propio? ¿De qué nos
sirve conocer esta estadística? Ya vamos a llegar al punto.
Una gran parte de los jóvenes no piensan en tener una propiedad porque no quieren tener nada que los ate fijos a un lugar ni a un trabajo estable. Prefieren vivir el presente, disfrutar, viajar, ser independientes y perfeccionar sus estudios. Para llevar ese estilo de vida ven como una mejor alternativa alquilar y no ahorrar para una vivienda. Y en el caso argentino puntualmente, un gran número de jóvenes entre 25 y 35 años extienden el período en el que viven con sus padres o abuelos ya sea porque culturalmente se ha retrasado la edad en la que se casan y tienen hijos, o porque prefieren seguir en el hogar familiar hasta finalizar los estudios.
Por otro lado, existe esa otra
parte de los jóvenes de hoy que sí quisieran contar con una vivienda propia,
pero que no pueden hacerlo debido al alto capital que se necesita.
Además del problema del acceso a
la vivienda, hay que considerar la longevidad creciente. En Argentina, la
esperanza de vida ha aumentado notablemente en las últimas décadas, llegando a
un promedio de 77 años. Esto significa que las personas vivirán más tiempo como
jubilados, dependiendo por más años de una jubilación que, en muchos casos,
apenas cubre las necesidades básicas. ¿Y qué pasaría si llegado ese momento del
retiro no se cuenta con una vivienda propia? A las necesidades básicas de las
que hablamos tendríamos que sumar el costo de pagar un alquiler. Y acá es donde
se presenta un problema que muchos jóvenes no ven, porque como nos pasaba a
nosotros los adultos a su edad, los invade esa sensación de que van a ser “jóvenes
por siempre”.
El caso es que la longevidad es
uno de los temas más estudiados en todo el mundo. Las personas no sólo van a
vivir más años, sino que gracias a la biotecnología se va a poder vivir con una
mejor calidad de vida. ¿No les pasa acaso ver a adultos mayores haciendo
actividades que décadas atrás ni nos imaginábamos que las podían hacer? Y
cuando los jóvenes de hoy, acostumbrados a llevar un estilo de vida más
independiente, lleguen a la edad de retirarse, se van a encontrar con el
problema que combina las dos palabras que trajimos hoy: Longevidad y Propiedad.
Vivir más años y con una mejor
calidad de vida va a llevar a que los jóvenes quieran seguir con el ritmo al
que venían acostumbrados en la vida activa. Pero si llegado el tiempo del
retiro no se cuenta con una propiedad, probablemente el costo de pagar un
alquiler va a representar mucho más de su ingreso de lo que antes representaba,
quedando de esa manera mucho menos para el disfrute.
Con una población cada vez más
envejecida y una natalidad en declive (que ha pasado de 2.4 hijos por mujer en
los años 90 a 1.8 en la actualidad), el sistema de seguridad social está bajo
una presión creciente. Esto se traduce en jubilaciones que, en el futuro,
difícilmente podrán aumentar a ritmos que permitan cubrir todos los gastos de
vida, especialmente si debemos destinar una parte significativa de la
jubilación al alquiler.
Los sistemas previsionales en
todo el mundo ya están viendo a la longevidad como un tema a tratar de manera
urgente. El sistema jubilatorio se basa en los aportes de la clase activa para
atender la masa de jubilados. Si esta masa de jubilados se incrementa cada vez
más producto de la longevidad, no hay mucho para pensar. O se deberán aumentar
los aportes de la clase activa o tendrán que jubilarse más tarde, de otra
manera la ecuación no da.
¿Qué deben hacer los jóvenes
entonces?
Planteado de manera más simple el problema que traemos a debate es que la mayoría de los jubilados de hoy son dueños de la vivienda en donde viven, pero ¿Qué va a pasar cuando los jóvenes de hoy lleguen a esa edad y tener que, además de subsistir, pagar un alquiler?
La respuesta simple podría ser que
busquen la forma de adquirir una propiedad, por más pequeña que sea. Pero la
verdad es que sería una solución netamente teórica y que poco se adaptaría a
las necesidades actuales de los jóvenes, a sus requerimientos, sus gustos; y
tampoco se adaptaría a un contexto actual en el que como dijimos es tan difícil
acceder a un techo propio.
Como en muchos otros problemas
creemos que la solución está en la educación. Y en este caso puntual, en la educación
financiera. Si no se llega a una propiedad, ya sea porque no entra en el
interés de los jóvenes o porque son inalcanzables, lo que se debe buscar es generar
un hábito inversor a largo plazo. Se trata de destinar una parte de lo que se
gana y destinarlo a invertir pensando en el futuro, y en ese estilo de vida que
van a querer mantener cuando llegue la etapa pasiva.
Para eso es necesario conocer
algunos conceptos de finanzas como por ejemplo el interés compuesto. El
interés compuesto es una especie de bola de nieve que hace que nuestros ahorros
crezcan de manera acelerada a medida que el tiempo avanza, y arroja los mejores
resultados cuanto antes se comience.
Para verlo claro y de manera
práctica pongamos un ejemplo:
Camila y Matías son
dos amigos que trabajan juntos desde los 18 años y tienen el mismo ingreso. Camila
comenzó a ahorrar de su sueldo unos U$S100 por mes, y repitió este hábito
durante los primeros 5 años, desde los 18 hasta los 22. Luego solo dejó que ese
capital invertido siga trabajando hasta la edad de su retiro, a los 60.
Matías también comenzó a
trabajar al igual que Camila a los 18 años, pero a diferencia de ella, Matías tomó
un estilo de vida mas gastador, o como lo definiría él: “elegí vivirla,
viajar, disfrutar, etc.” Cuando llegó a la edad de 35 años se dio cuenta
que no estaba formando ningún capital, que efectivamente se lo había “vivido”
todo, y por eso decidió comenzar como Camila a ahorrar U$S100 mensuales y
destinarlos a invertir en exactamente lo mismo. Dado que comenzó muchos años
más tarde, Matías continuó con este hábito hasta los 60 años.
Los dos invirtieron en el mismo instrumento que paga una tasa del 10% anual en dólares, que bien podría ser el SP500 dado que ese valor es el rendimiento promedio anual que arroja este índice desde su creación hasta hoy.
Comparemos los resultados obtenidos:

Camila habiendo sólo
invertido 5 años, obtuvo más del doble que Matías que invirtió durante 26 años.
Y observen el total invertido, 6.000 dólares Camila contra 31.200 dólares de
Matías. ¿Dónde esta la diferencia? En eso que se llama interés compuesto.
El simple hecho de que Camila
haya comenzado mucho antes permitió que la fórmula (mágica) del interés
compuesto tenga más recorrido para generar más dinero. Matías, al comenzar más
tarde, no llegó a tener ese tiempo necesario para que la aceleración haga que
la bola de nieve se vuelva cada vez más grande.
El ejemplo se hizo con U$S100 para simplificar, pero podría por supuesto utilizarse un número mucho menor y la conclusión respecto de los números finales no cambiaría en absoluto.
Y les hago una pregunta:
¿Realmente Matías se dedicó a “vivirla” más que Camila? O fue Camila
quien en definitiva tuvo mucho más tiempo para disfrutar de su ingreso limpio, ya
que solo durante 5 años tuvo que hacer el esfuerzo. Esfuerzo que tampoco tiene
que ser tanto, porque si entendemos que el factor más importante pasa por el tiempo
y el comenzar cuanto antes, el monto destinado a invertir cada a mes
pasa a ser algo secundario.
En el ejemplo, el monto final
obtenido les permite a ambos llevar una vida de disfrute llegada la etapa
pasiva, claro que a Camila mucho más. E incluso si miramos el recorrido del
monto acumulado por Camila, hasta podría haberse comprado alguna propiedad
durante la etapa activa y aun tener capital para seguir disfrutando.
El panorama es claro: sin una
planificación financiera a largo plazo, los jóvenes de hoy se enfrentarán a un
futuro lleno de incertidumbre. La solución no es dejar de disfrutar el
presente, sino equilibrar el placer inmediato con una visión estratégica para
el futuro.
Ahorrar e invertir desde jóvenes
puede hacer una gran diferencia y se puede disfrutar del camino ya que invertir
puede ser algo divertido.