Usar el riesgo a nuestro favor
Gracias
una vez más por tomarte unos minutos para leer otra historia personal que sobre
el final va a tener un vínculo con las finanzas, particularmente con la gestión
del riesgo.
Esta
vez la historia comienza con mi luna de miel. Si bien te anticipé que la idea
es hablar del riesgo no seas mal pensado, no tiene nada que ver con el riesgo
de casarse que de hecho lo hay, sino con un momento vivido durante el viaje.
Además seguramente mi mujer va a leer esta nota, corro riesgos pero tampoco
tantos.
La
situación tuvo lugar en La Habana, Cuba. Una mañana de sol salimos con mi mujer
a caminar desde el hotel en el que estábamos con destino a lo que se conoce
como La Habana Vieja. En medio del camino yendo por la avenida El Malecón, un
cubano nos sobrepasa caminando y al escucharnos hablar nos dice:
-
“¿argentinos?”
No iba con camiseta de futbol ni llevaba el
mate, por lo que lo miré sorprendido por identificar nuestra nacionalidad, y
antes de dejarme emitir sonido agrega:
-
“¿Ven ese edificio
a la derecha? Ahí es donde hizo la rehabilitación Maradona cuando estuvo
residiendo aquí en La Habana”.
La
amabilidad de esta persona continuaba al alza. Nos preguntó hacia dónde íbamos,
y al comentarle que el destino era La Habana Vieja nos dijo que iba para ese
lado, y que nos ofrecía acompañarnos y mostrarnos otros sitios de la ciudad
que, sin una persona con conocimiento del lugar, nos perderíamos de conocer.
Era de día y mucha gente caminando por la zona por lo que nos sentimos
confiados y accedimos a este “guía improvisado”.
A
medida que avanzábamos nos comentaba sobre la vida en La Habana, el día a día,
su cultura, la educación, la salud, todos temas muy interesantes que valen la
pena oír de boca de un residente. Todo marchaba de diez y cada vez nos íbamos
sintiendo más a gusto con la situación.
La
confianza se disparaba cada vez más al notar que el camino efectivamente iba en
la dirección que debíamos ir, aunque por calles diferentes a las que hubiésemos
tomado de ir solos. En un momento del recorrido, el cubano nos dice que
pasaríamos por un barrio muy parecido a lo que en Argentina es “Caminito”,
casas muy coloridas, artistas callejeros, música regional, bailes, etc. Quedaba
de camino a nuestro destino y él se quedaría ahí ya que formaba parte de una
banda de música que tocaba en esa calle.
Efectivamente
llegamos a un lugar de muchísimo color, ritmos cubanos por todos lados, gente
bailando y algunos puestos con comidas típicas de la zona. Con mi mujer nos
sentíamos afortunados de habernos cruzado con esta persona que nos había hecho
conocer La Habana desde adentro, cosa que por nuestros medios nos hubiésemos
salteado. ¡Queríamos seguir conociendo más!
Se que
estás esperando que la historia giré en una dirección diferente a la que viene
trayendo y efectivamente es aquí donde toma otra dirección.
El
cubano llamó a sus compañeros de la banda de música que estaban ahí tocando para
presentarnos. De pronto, en tan solo segundos, nos encontrábamos rodeados por
al menos seis personas que cambiaron drásticamente su semblante y uno de ellos
lanzó:
-
“O nos pagan la comida
a todos o de acá no se van”.
De
golpe ese día que marchaba en ascenso detuvo su marcha y se volvió en picada.
Luego
de intercambiar palabras con algunos de ellos negociamos en comprarle algo solo
a quien nos había guiado hasta ahí. Cumplido el pacto escapamos de ahí con muchos
nervios por la situación vivida y de ahí en más optamos “no más guías
improvisados”.
¿Por
qué te cuento esta historia y en qué se relaciona con las Finanzas?
Controlar
el riesgo implica en primer medida reconocerlo. El problema con el riesgo es
que es algo futuro, encubierto e invisible. El riesgo no puede observarse, lo
que sí puede verse es la pérdida, y esta suele suceder una vez materializados
los eventos negativos.
A
menudo, reconocer el riesgo comienza por comprender que cuando los
inversores se vuelven por demás optimistas, le prestan muy poca atención al
riesgo y terminan pagando precios muy elevados. Esa mañana en La Habana que
todo iba de para bienes y las cosas buenas se superaban a cada momento, no
supimos ver el riesgo que estábamos corriendo. Cada señal la veíamos en forma
sesgada como una confirmación de que todo marcharía siempre en la misma
dirección.
Las
personas tendemos a sobrestimar considerablemente nuestra capacidad para
reconocer el riesgo y a infravalorar lo que necesitamos para evitarlo; por lo
tanto, aceptamos el riesgo sin saberlo contribuyendo de esa manera a su
incremento.
En el
terreno ya de las Finanzas, cuando todo está sobrevalorado y las masas acuden
con excesiva confianza a sumarse a un mercado alcista, debemos saber que
participar de estas tendencias es la primera fuente de riesgo.
El
riesgo aparece cuando los inversores se comportan de forma que modifican el
funcionamiento normal del mercado. Los inversores pujan al alza sobre los
activos, acelerando una apreciación que de otra manera hubiera tardado más
tiempo en suceder, y por lo tanto reducen los posibles beneficios futuros. Y a
medida que su psicología se afianza y disminuye su preocupación, los inversores
dejan de exigir las primas de riesgo que buscarían en situaciones normales.
Por el
contrario, cuando todo el mundo piensa que algo es muy arriesgado, su deseo
de no comprar suele normalmente reducir el precio hasta el punto en el que el
riesgo desaparece. Una opinión negativa y generalizada sobre un activo puede
convertirlo en lo menos arriesgado del mundo, ya que todo el optimismo ha sido
eliminado del precio.
De esta
forma, los activos de alta calidad también pueden ser arriesgados y los de baja
calidad pueden ser seguros. Todo dependerá de la etapa del ciclo, del precio
que se pague por ellos y de la cantidad que se termine comprando.
En lo
personal, mi experiencia en La Habana me sirvió para entender que en muchas
cosas, y en las inversiones en particular, existe un movimiento pendular que
explica las situaciones de riesgo. Cuando llevamos una dirección muy al alza y
cargada de optimismo podemos estar transitando el último impulso del péndulo
que pronto cambiará su dirección para tornar a la baja. En cambio, cuando todos
ven un panorama gris y reina el pesimismo, es justamente ahí cuando el riesgo
puede estar minimizado.
No
cuentes que utilicé un ejemplo de mi luna de miel para explicar la gestión del
riesgo. Te aclaré que no tenia nada que ver con el matrimonio aunque, si te lo
pones a pensar, al momento de dar el sí estas formando una sociedad que en
adelante, solo el cincuenta por ciento será tuyo. No te estoy diciendo con esto
que no te cases y que inviertas en un mercado pesimista, la intención es que
aprendas a identificar el riesgo y yo sé muy bien el riesgo que corro sabiendo
que mi mujer puede estar leyendo estas líneas, así que mejor me despido dejándote
una frase:
“El saber
popular nos dice que el riesgo aumenta en las recesiones y cae en épocas de
bonanza. Por el contrario, sería más sensato pensar en que el riesgo aumenta en
época de bonanza, porque se generan desequilibrios financieros que acaban en
recesiones”
Andrew
Crookett. Ex presidente del Banco de Pagos Internacionales.