Tomar mejores decisiones de inversión

 


Nuestro artículo de hoy está ligado a la Psicología Financiera. Nos vamos a basar en el libro de Richard Thaler (Premio Nobel de Economía en 2017) “Un pequeño empujón”, para entender cómo funciona el cerebro y así mejorar nuestras decisiones de inversión.

Comencemos echando un vistazo a estas dos mesas:


 

Gráfico 1. Dos mesas (Shepard [1990])

 

¿Qué dimensiones dirías que tienen? Si sos como la mayoría de la gente, pensarás que la mesa de la izquierda es mucho más larga y estrecha que la de la derecha. Ahora, anda a buscar una regla y medilas. Verás que los tableros de las mesas son idénticos. Medilas todas las veces que quieras hasta convencerte, no hay apuro. Sin dudas que estamos frente a un caso en el que no basta ver para creer.

A partir de esta imagen podemos sacar algunas conclusiones: La primera, es que si la mesa de la izquierda te pareció más larga y estrecha es que sos humano.

La segunda conclusión que podríamos sacar es que probablemente estabas seguro de esa afirmación, hasta hubieras apostado dinero si alguien te decía algo en contrario (¡no utilices el gráfico para sacarle dinero a tus amigos, no es la finalidad de esta nota!).

 

 


Gráfico 2. Tableros (Shepard [1990])

 

Ahora te pedimos que mires el Gráfico 2. ¿Son iguales o distintas estas dos formas? De nuevo, si sos humano, como ya comprobamos que lo sos, probablemente te parecerán iguales y es que efectivamente lo son. Sin embargo, no son más que los tableros de las mesas del Gráfico 1, sin las patas y reorientados. Tanto las patas como la reorientación crean la ilusión de que son diferentes los tableros en la primera imagen que, al eliminar las distracciones se ve la verdad con normalidad.

La idea que viene a dejarnos este juego con las dos figuras es que nuestra mente humana funciona extraordinariamente bien la mayoría de las veces. Podemos reconocer personas que llevamos años sin verlas, aprendemos distintas lenguas, algunos son capaces de crear inventos que mejoran la calidad de vida y hasta hay quien creó la teoría de la relatividad. El caso es que esas mesas hubieran engañado incluso a Einstein. Eso no quiere decir que, como humanos, haya algo que no funcione bien en nosotros, sino que comprendemos mejor la conducta humana si somos conscientes de cómo nos equivocamos.

A continuación vamos a ver por qué nos equivocamos al mirar el Gráfico 1, cómo funciona nuestro cerebro al momento de decidir y cómo todo esto guarda relación con nuestras decisiones financieras.

 

¿Cómo pensamos?

Los seres humanos tenemos dos tipos de pensamientos, un sistema automático y un sistema reflexivo. Rápidamente podríamos describir al automático como la reacción visceral y al sistema reflexivo como el pensamiento consciente.

Los sentimientos viscerales pueden ser muy precisos, hay quienes confían demasiado en ellos, pero con frecuencia se equivocan. El sistema automático nos hace agachar cuando viene una pelota en dirección a nuestra cara o nos lleva a responder 2 a la pregunta de cuánto es 1 + 1.

El sistema reflexivo en cambio es más premeditado y autoconsciente. Echaremos mano a este sistema cuando el cálculo matemático que se nos pregunte nos lleve a pensar, o al momento de tener que elegir la carrera a estudiar por ejemplo.

Utilizamos el sistema automático cuando respondimos rápidamente que las mesas del Gráfico 1 eran distintas, y nos pasamos al sistema reflexivo cuando fuimos a buscar la regla para ver si de verdad eran iguales.

Todos tenemos ambos sistemas, la tarea a desarrollar será hacer que nuestro mundo sea más seguro y para eso tendremos que poder confiar en nuestras decisiones automáticas. Aplicado esto a un Blog de Finanzas como lo que nos ocupa, la idea pasa por armar un sistema de decisiones (y acciones) que nos aleje de problemas viscerales en los que muchas veces caemos en nuestro rol como inversores, preparando el terreno para que el sistema automático vaya en realidad con un confiable piloto automático.

¿Cómo se relaciona esto con las decisiones financieras? Veamos para eso a las Ganancias y Pérdidas.

Las personas detestan las pérdidas (y sus sistemas automáticos pueden ser muy emocionales en ese punto). Generalizando, es dos veces mayor la desgracia de perder algo que la alegría que representa ganar eso mismo. Técnicamente recibe el nombre de Aversión a la pérdida.

Te proponemos otro juego, no te vamos a apostar sobre medidas de mesas porque ya conoces el truco, pero vamos con un juego de apuestas con monedas. El juego es así: Si tiro una moneda y sale CARA vos ganas X cantidad de dólares. Pero si sale CRUZ perdes U$S 100. ¿Cuánto debe ser X para que estés dispuesto a participar de este juego?

Para la mayoría de las personas la respuesta es unos U$S 200. Esto implica que solo la posibilidad de ganar 200 dólares compensa la posibilidad de perder 100. Es la aversión a la pérdida la que nos lleva a ponderar más fuerte conservar nuestras posesiones. Muchas veces eso nos impulsa a no tomar decisiones que impliquen un cambio por miedo a perder, incluso cuando éstos podrían beneficiarnos y mucho.

Metiéndonos ya en el terreno de las finanzas, y más precisamente en el de las inversiones, mucho de todo esto que merodea por nuestro cerebro nos impide mejorar nuestra situación. La posibilidad de perder, lo que en finanzas por lo general definimos como Riesgo, suele ser lo primero que ve una persona conservadora que nunca se animó a incursionar en instrumentos de inversión más allá de los tradicionales. Preconceptos del tipo “para invertir hay que saber, hay que tener mucho dinero y hay que disponer de tiempo” son los que mantienen a los ahorristas en una situación inmóvil. De más esta aclarar que quedarse quietos en momentos de alta inflación es perder capacidad de compra, y si estas leyendo este Blog desde Argentina dejanos decirte que desde que empezaste a leerlo y hasta esta línea, seguramente ya perdiste un poquito más.

El caso es que quedarse inmóviles es retroceder. Y seguramente que todos somos conscientes de eso y no hace falta para eso leer este artículo. El problema radica en cómo hacemos para vencer a ese enemigo que nos detiene y no nos deja avanzar: Nuestro cerebro.

Como todo en la vida, identificar el problema es el primer paso. Si somos conscientes de que necesitamos hacer algo distinto con nuestras finanzas personales estamos bien parados en el punto de partida.

El siguiente paso será tratar de que el Sistema Reflexivo le gane al visceral Sistema Automático a la hora de tomar la decisión de empezar de una vez. El sistema automático una y otra vez nos dirá que el momento no es hoy, que mejor esperar, que no sé por dónde comenzar, etc. El famoso “el lunes empiezo”. En lo personal creemos que para empezar a darle pelea a esa procrastinación sirve citar el libro “Secretos de una mente millonaria” de Harv Eker, en el cual menciona:


“Decir: ‘Empezaré a administrar mi dinero en cuanto esté al día’ es como si una persona con exceso de peso afirmase: ‘Empezaré a hacer ejercicio y dieta en cuanto pierda cinco kilos’. Es comenzar la casa por el tejado. Primero empieza a administrar adecuadamente el dinero que tengas y después tendrás más dinero para administrar”.

 

Sumado al empujón anterior que nos da Eker, otro pequeño empujón sería recurrir a un Asesor Financiero certificado. Esta figura que no es muy conocida por estos lados del planeta tiene la función de conocer a su cliente, su perfil, sus necesidades y sus objetivos. En base a ello elaborará un plan estratégico para mejorar la relación del cliente con el dinero. Ayudarlo a ahorrar y posteriormente a invertir. O como nos gusta decir a nosotros, hacer que los sueños no se queden en deseos sino que se hagan realidad.

Así como para muchas otras cosas recurrimos a un profesional (psicólogos, nutricionistas, profesores, entrenadores, etc.), podemos contar con un Asesor Financiero que nos eduque en materia financiera. Algo así como el “Psicólogo del Dinero”.

Incluso hasta los problemas más difíciles se resuelven más fáciles con la práctica. A fuerza de jugar al squash hemos aprendido a posicionarnos dentro de la cancha y hasta anticipar ciertas jugadas del oponente, pero nos llevó algún tiempo. La primera vez que uno entra a una cancha de squash difícilmente sepa ubicarse en el centro luego de cada golpe, y mucho menos se ponga a mirar a su oponente con la idea de leerle el golpe antes de efectuarlo. La práctica hace maestros (en nuestro caso está muy lejos de eso pero al menos, mejora).

Si a las prácticas se le suma un profesor que te guíe, te marque los errores sobre los cuales trabajar y te dé ciertos tips de juego, la cosa cambia radicalmente. Llegará un momento luego de tanto entrenamiento y aprendizaje en donde el sistema automático haga en forma natural, aquello que antes necesitábamos hacerlo de manera racional (agradecemos a Gonzalo por su incansable esfuerzo como profe que supo pararnos en una cancha de squash, solo pararnos, no nos pidan más).

A invertir se aprende invirtiendo. Grábense esa frase. Se debe invertir una pequeña suma en forma sistemática, supongamos todos los meses, y que ese aporte a la cuenta de inversión sea un monto que no nos quite el sueño. Si pusimos una suma de dinero que no nos deja dormir por las noches o que la necesitamos sacar en un corto período de tiempo, es que pusimos de más.

Esa es la mejor manera de empezar a transitar este camino de ahorrista a inversor sin caer en la trampa de nuestro cerebro que nos lleve a tomar decisiones viscerales.

Con el correr del tiempo, si terminamos adoptando como sistema este hábito de aportar mensualmente una parte de nuestro ahorro a la cuenta de inversión, el mecanismo se volverá automático y a la vez confiable. El riesgo de tomar decisiones viscerales quedará muy minimizado.

Y si ya estas dando tus pasos como inversor esta nota te puede servir de todas maneras, comprendiendo que no todo lo que crees estar viendo puede ser como en realidad lo ves por más seguridad que tengas. En el mundo de las Finanzas quien manda es el mercado y al mercado lo hacemos entre todos con nuestras decisiones, las más sesgadas y las menos. Creer que podemos dominarlo y que podemos anticiparnos es un error por optimismo que muchas veces se paga caro. Revisar siempre nuestras estrategias, escuchar a los que opinan distinto respecto de nuestras posiciones tomadas y evitar caer en el sesgo de confirmación que nos lleva siempre a leer aquello que refuerza nuestras creencias previas. Aunque veamos que el camino tomado es el indicado, siempre diversificar ya que puede haber “patas de mesas” que distorsionen lo que puede estar pasando en realidad.

Y no casarse con ningún instrumento por más buenos resultados que nos haya dado en el pasado

Para terminar dejanos contarte una historia. Los hábitos de consumo en grupo generalmente influyen en gran medida las decisiones que tomamos y cómo nos comportamos. Una persona de poco comer por ejemplo, comerá más en un grupo de personas que comen mucho. En tanto que una persona de buen comer se va a contener cuando este en un grupo que coma menos (hablando en términos generales por supuesto, siempre hay excepciones). Dicho esto, vamos con la historia: En Minnesota (EEUU) se llevó a cabo un experimento con el cobro de impuestos de sus ciudadanos. A varios grupos de contribuyentes se les dieron cuatro tipos de información. A unos se les dijo que sus impuestos se destinaban a obras buenas como educación, seguridad, bomberos, etc. A otros se los amenazó con información sobre los castigos por defraudar al fisco. A otros se les explicó cómo podrían obtener ayuda si tenían dudas para rellenar los formularios. Y a otros simplemente se les dijo que más del 90% de los ciudadanos de Minnesota ya habían cumplido sus obligaciones tributarias.

Sólo una de las cuatro tuvo un efecto significativo, la última. Del estudio se desprendió que al menos hasta cierto punto, las conductas deseables o no deseables pueden fomentarse atrayendo la atención hacia lo que hacen los demás, la mayoría.

¿Por qué decidimos terminar el artículo con esta historia? Te lo explicamos.

De acuerdo con el último informe de la Cámara Argentina de Fintech, la variación positiva de los saldos en cuentas de inversión alcanzó el 183% en un año, muy por encima de las inversiones más tradicionales en Argentina. De hecho si medimos esta rentabilidad teniendo en cuenta la inflación del período, solo se ganó si se invirtió en el mercado de capitales y no en un plazo fijo por ejemplo.

Y si nos referimos a cuentas nuevas de inversión abiertas, el número se duplicó respecto del año anterior.

Cabe destacar que toda esta medición fue realizada a Julio de 2023, antes de las elecciones PASO y todo lo que vino después, que acentuó mucho más esta migración de inversiones tradicionales hacia el mercado de capitales. Migración que iniciara su auge allá por 2020 con la pandemia.

A continuación un breve resumen con los datos del relevamiento:


 




 

No estás en Minnesota, estas en Argentina, ahora decinos, ¿No sentís que es hora de pasar a formar parte de la mayoría que busca hacer rendir mejor su dinero? No siempre tenes que estar del lado de los que miran de afuera a las inversiones ganadoras. Que la aversión a la pérdida no te deje inmóvil, acordate que la inflación no te va a esperar.